Por Dra. Nancy Álvarez
Mi querida amiga Alexandra Malagón siempre me envía cosas sabias. Este comentario les ayudará mucho al igual que me sucedió a mí. A medida que envejezco, me siento más sabia, con un enfoque y compresión más profundos ante la vida y las cosas de cada día. Es como si todo lo estudiado por años, ahora lo pudiera aprovechar.
Mi marido, médico, siempre me habla de la vejez. Recuerda que nos llega de repente y muchas veces nos trae cosas difíciles como las enfermedades. Yo entendía lo que le pasaba. Es difícil no pensar así si se trabaja en cuidados intensivos, donde el ser humano casi siempre está entre la vida y la muerte.
En medio de mi “negación” ante esa realidad, yo sonreía. Hoy sé que no estaba tan equivocada, a pesar de él tener razón en muchas cosas. Mi enfoque era más completo. Hoy sé la causa, gracias a un estudio del “New England Journal of Medicine”.
El director de la Facultad de Medicina de la Universidad George Washington dice que el cerebro de una persona mayor es mucho más plástico de lo que se piensa. A los 60, el hemisferio derecho y el izquierdo tienen una integración más armoniosa. Esto realmente amplía la creatividad.
Los cerebros adultos son más lentos, pero más flexibles que los de los jóvenes. Con la edad, tomamos decisiones correctas y tenemos menos emociones negativas. A los 60 años, nuestro cerebro funciona con toda su fuerza. La cantidad de mielina aumenta en un 300 por ciento facilitando el paso rápido de las señales entre las neuronas.
Después de los 60, la persona puede usar los dos hemisferios al mismo tiempo. Esta condición permite que los adultos puedan resolver problemas muchos más complejos.
El cerebro del hombre de edad elige el camino que gasta menos energía, saca lo innecesario y va directo a las opciones adecuadas para resolver el problema.
No temas envejecer. Desarróllate intelectualmente, aprende idiomas, manualidades, música, viaja lo más que puedas, comunícate con tus amigos y haz planes para el futuro. Lo mejor de la vida está a la vuelta de una esquina. Toda edad tiene su encanto. Así que, cuando alguien te diga “viejo”, míralo y sonríe. ¡Qué tonto es!