Soy una madre sobreviviente

CRÓNICAS DEL ENCIERRO

Por Blanca E. González Vargas

COVID19 trajo cambios drásticos a familias enteras en su diario vivir. Nos ha llevado a restructurarnos en casa, en nuestras actividades, sujetándonos a un sin número de limitaciones cómo trabajar en casa, tener los hijos en casa por el cierre de las escuelas, cancelación de reuniones, separación de amigos y familiares a los que no podemos abrazar, besar y tener convivencia porque estamos aprendiendo a quedarnos en casa en total aislamiento social.

Lo que nos lleva a buscar la sobrevivencia económica y de salud respecto del confinamiento. Especialmente las madres que llevan la carga del funcionamiento del hogar nos enfrentamos a esa nueva rutina. Es abrumador a lo que nos sumerge esta crisis. Ahora tendremos que llevar el trabajo de oficina a casa, iniciar nuestro día con diversos pedidos y revisiones de las necesidades de nuestro hogar y pensar en enfrentarnos a las largas filas en un supermercado.

Nos hemos introducido en el mundo de las mascarillas y los desinfectantes; la preparación extra de comida; el vigilar y ayudar a los niños en sus tareas traspasando las barreras virtuales. También tenemos que checar que los niños duerman a tiempo, negociando con ellos el uso de la internet con el apoyo de las actividades en casa. Y nos ha tocado repetirles “lávate las manos”, una y otra vez, amén de fortalecer su sistema inmunológico para salvarlos del virus.

Al igual que muchas madres, creo que emocionalmente nos encontramos como un barco a la deriva a mitad de un océano. Navegamos entre millones de preocupaciones que nos hacen pasar del miedo al pánico, al imaginar que nuestros amigos, familiares y nuestros propios hijos puedan contagiarse del COVID19 pues éste amenazante virus se encuentra en todos los medios de comunicación donde buscamos las medidas de protección.

Muchas interrogantes

Como madres nos ponemos de cara ante este problema global que nos obliga a enfrentarnos a miles de preguntas. ¿Cuántos morirán?; ¿Estarán nuestros seres queridos entre los fallecidos?  ¿Cuánto tiempo llevará para que nuestros hijos tengan una vida normal y puedan andar libremente por las calles sin temor al contagio? ¿Cuándo volverán a la normalidad las escuelas? ¿Podremos regresar en corto tiempo a nuestros trabajos?

Y no podemos dejar de preguntarnos, ¿qué pasará con los ancianos y con la gente sin hogar que son los más susceptibles al contagio? Y ¿si al salir a conseguir los víveres me contagio que pasará con mi familia? Y mientras van surgiendo las interrogantes va creciendo el estrés en nuestras cabezas que nos conlleva a convertirnos en madres sobreprotectoras pues todas esas incógnitas nos hacen imposibles de llegar a un razonamiento lógico de este momento.


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