Por Ismael Cala
La Organización Mundial de la Salud ha decretado la emergencia internacional por la incidencia del coronavirus. Hasta el momento en que escribo esta columna, se cuentan más de 20.000 afectados y más de 400 fallecidos.
Los datos nos alarman, pese a que la mortalidad del virus es muy inferior a la de una gripe tradicional, según los expertos. En mi opinión, la percepción de riesgo se agrava por la habitual escasa transparencia de las autoridades chinas, por las dimensiones y la población del país y por las posibles mutaciones del virus.
Toda precaución es poca, porque vivimos en un mundo global, interconectado e interdependiente. Un estornudo en una pequeña aldea puede convertirse en un catarro en la otra punta del planeta. Sin embargo, los niveles de xenofobia y odio contra ciudadanos asiáticos resultan preocupantes.
Decenas de imágenes en redes sociales denuncian estos hechos. El hashtag #nosoyunvirus ilustra el enfado de los chinos residentes en otros países, frente a las demostraciones racistas que sufren a diario. No hay que olvidar que la xenofobia tiene básicamente su origen en la ignorancia. He aquí el segundo virus.
En Europa, sobre todo, muchas personas con rasgos asiáticos han sido insultadas en el transporte público con frases gruesas y con peticiones como: “chino, vete a tu país”, “ponte mascarilla” o “no salgas a la calle”.
Algunos de los insultados incluso nacieron en Europa y jamás han puesto un pie en el país de sus ancestros. Todo se reduce al físico, a la apariencia, a la simpleza de culpar de todos los males al “diferente”. Como dijo el genial Orson Welles, “el odio a las razas no forma parte de la naturaleza humana; más bien es el abandono de la naturaleza humana”.
Hace unos días, la oficina de Michelle Bachelet, alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, publicó: “Es comprensible alarmarse por el coronavirus. Pero ningún miedo puede excusar los prejuicios y la discriminación contra las personas de ascendencia asiática. Luchemos contra el racismo, desafiemos al odio y apoyémonos mutuamente en este momento de emergencia de salud pública”.
Conozco China, sé de sus complejidades territoriales y de sus tradiciones alimentarias. Pero una cuestión es precaver, adoptar medidas sanitarias y gestionar las fronteras, y otra cebarse contra cualquier ser humano de ojos rasgados que se nos cruce por la calle. Dejemos a las autoridades trabajar en los planes preventivos, participemos activamente en las recomendaciones de salud, de la manera más positiva posible. Mantén la calma, respira y medita.
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