Por Dra. Nancy Álvarez

En mi país de origen, yo veía muchas películas. Por algo mi hija es cineasta. La mayoría procedían de Norteamérica. Entonces creía que en EEUU había una justicia verdadera, implacable. Admiraba cómo incluso los presidentes podían ser juzgados o destituidos, y lo comparaba con el caos de República Dominicana, que apenas comenzaba.

En esa época aún había jueces, fiscales y abogados serios, que no se vendían. Algo que hoy no existe. Soñaba que el dinero no sería un obstáculo para tener un juicio justo. Ja, ja. “Propaganda yanqui”, como decía la gente en mi país. Por eso, después de vivir varios años aquí, quise gritar: diablo, me engañaron, me engañaron.

Hoy leo en un periódico que el mismo juez que condenó la separación de alrededor de 4.500 niños emigrantes de sus padres, ahora dice que legalmente el presidente tiene derecho a defender la frontera. Se le olvidó al juez que ninguna ley está por encima de los derechos de los niños.

La APA (Asociación de Psicólogos Americanos), a la cual pertenezco, expresó públicamente las graves consecuencias para la salud mental de los niños que sufrieron ese abuso. Parece que en su análisis el juez olvidó que el psicológico, físico, sexual y por negligencia es un crimen en la mayoría de los países civilizados del mundo.

Lo ocurrido es la estupidez más grande que he visto en este país, y me llena de vergüenza como ciudadana americana. Aquí existe veneración a la ley, pero se olvida algo sumamente importante: Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley, porque es justa. No existe ley que justifique lo que sufrieron y aún sufren esos pequeños. Y, recuerden, no es ley, porque no es justa.

Se les olvida a los “magistrados” que abusar de niños indefensos es algo que da vergüenza, y eso no hay ley que lo justifique. Son unos analfabetos emocionales e ignorantes de la psicología en general. ¿Cómo juzgan a los seres humanos si no los conocen? ¿Y si esto les pasara a sus nietos o hijos? ¿Estarían de acuerdo?

Una invasión a un país no está bien. Lo vivo cada día con la invasión haitiana a mi país de origen, aunque existe una gran diferencia: nosotros somos un pueblo pobre, y de verdad no podemos hacernos cargo de más de cuatro millones de haitianos, sin los miles que llegan cada día. Pero jamás justificaría que separaran a los niños de sus padres. Eso es y será una vergüenza nacional y ante el mundo.

Lo siento señor juez. Admiré lo primero que hizo, pero esto, por más que “la ley” lo justifique, sigue siendo algo tan vergonzoso como lo que le hicimos a los negros y los esclavos. Lo que está pasando en este planeta, me preocupa cada vez más. Se nos olvida que nuestros hijos y nietos están viendo lo que hacemos, y muchos lo repetirán.

 

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